viernes, 22 de abril de 2016

Mi desconocida y su extraño

No nos éramos nada, bueno sí..., ella era mi desconocida, y yo, su extraño.
A fuerza de coincidir en el mismo sitio, una complicidad se había ido generando de la nada. Esa nada que a esas alturas era ya un algo, indescriptible, pero existía. Era eso que no sabías describir, que se saltaba los cánones, lo establecido, lo formalmente usual y nadie más entendía salvo los implicados.
Ella acudía a aquel parque de juegos a sus cosas, pero a veces me miraba. Yo iba a lo mío, pero sabía que ella estaba allí. En ocasiones nuestros momentos se cruzaban y entablábamos una conversación en nuestro idioma, ese que nadie conocía, cifrado, a espaldas del mundo.
Nunca la había escuchado, pero su voz me era familiar. No la había visto, pero la reconocería entre millones. No había tocado sus curvas, pero mis dedos la podrían dibujar en el aire. Y ella..., jamás había divisado mi rostro, pero sabía cuando lo adornaba mi sonrisa, era capaz de escuchar el descenso de una lágrima por mi mejilla, y el estruendo de mi labio cuando era apretado de deseo por mis dientes.
No nos conocíamos, pero nos reconocíamos de siempre, del mismo parque, de los mismos juegos, de la misma esencia, y fieles, acudíamos a la cita. No lo necesitábamos,  pero lo queríamos.
Yo para notarla, ella para sentirme, y así, sentirse a ella...

|π$tinto©

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