viernes, 29 de abril de 2016

La danza

Cuando danza, con esa armonía de movimientos que sólo ella sabe transmitir, no hay una parte de su cuerpo que no contonee con sentido. Sus manos al compás de sus brazos y las olas de latidos se trasladan a sus pies a través de sus preciosas piernas, a veces a espasmos, a veces con la delicadeza de una cálida brisa.
Me mira, me paraliza, y hasta sus ojos bailan los míos. Cuando sus dedos se apoyan en mi cuello, una corriente me invade desde la nuca hasta los talones, y creo firmemente que yo no bailo, que soy un muñeco inanimado que cobra vida entre sus brazos, cuando sus ojos me observan y sus piernas se enroscan con picardía sobre las mías.
Coger su mano con la mía o ponerla en su cintura es una montaña rusa de sensaciones, con giros, saltos, cambios de ritmo y sentido.
Me aferro a ella y a su manera de bailar, que me hipnotiza, me subyuga, se adueña de mi, porque cuando baila, danza,...vive... ella es realmente ella, y me permite estar a su vera,  compartiendo, porque no hay nadie tan sincero como el que se deja llevar el cuerpo por la música. Porque bailando no se puede mentir...

|π$tinto©

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